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lunes, 30 de abril de 2012

El Barco.


Quiero navegar en un barco de cáscara de nuez, adornado con una vela de papel de fumar.
Hacerme amiga de esas endemoniadas sirenas que atrapan con sus largos cabellos, contándome historias que sólo alguien tan estúpida como yo sería capaz de tragar.


Mamá hoy está rara.
No sé qué le pasa... y no estoy seguro de si es conmigo.


Una vez vi el mundo como algo bello, donde iba a ser capaz de caminar entre montañas y derribar muros.
Ahora veo que estar en tierra firme es la mayor idiotez que se le puede ocurrir a alguien. Quizá la menor, pero la que más daño hace.
Altibajos, dar mi vida a los demás, sin darme cuenta de que estaba rodeada de un océano de pirañas.


Mamá está cabreada.
Pinta la pared como si fuera a pegarle. Grita mucho, tanto que no escucha los míos por encima de los suyos. Creo que me he portado bien, pero estamos ella y yo, no sé qué he podido hacer...


Me hundiré, nadaré entre esas aguas oscuras y me alejaré de ese mundo lleno de colores, productos de mi realista imaginación, y le diré a las sirenas que me enseñen a engañar y a contribuir con la creación de ese mundo de allí arriba, lejos de mi barco.


No sé qué hacer. Mamá llora, está cubierta de pintura, se ha tirado horas dibujando con rabia, ya no le quedan gritos.
Me acercaré otra vez, quizá quiera jugar conmigo y montarse en mi barquito...

jueves, 26 de abril de 2012

Noche perra.

¿Qué me pongo hoy?
¿A quién?
La mala vida es normal por aquí, mi zona de caminatas y aburrimiento, justo antes de la adrenalina cuando el mejor postor viene a mí.
Enciendo mi cigarro. La noche es perra. No sé ni cuántos ni cuánto, pero es lo que hay.
Al principio era divertido, ya sólo es una forma de consumir minutos antes de que afloje y me vaya.

Esta noche.. algo tiene.
No sé qué es, al tener el instinto femenino tan desarrollado de vez en cuando me permitía el lujo de intuir una buena noche.
Estoy activa, la falda hoy no me aprieta, tenía tanta pereza que no me he puesto ni las medias.


Al final fue una de mis mejores noches. Paró. Sólo quería hablar.

miércoles, 25 de abril de 2012


Hablemos de lo que no podemos controlar.
De lo que no se puede negar, y de lo que nos hace recordar.


Hablemos en sueños y del qué dirán.
Recordemos estafas, de lo que creíamos verdad.



Hablemos bajo este cielo abierto.
Mente abierta.
Los sentidos anulados por nada.
La felicidad que viene por todo.
La humildad del olvido.
El llanto frío, maldito.
Yerma mi voz.
Toma mi aliento.


Sal y luz.

El olor a salitre me saturaba.
No aguantaba más en ese barco.
Mi único consuelo era la noche, cuando soñaba con su compañía.
El balanceo era suave, la brisa hacía que mis rizos de tonos cobres danzaran mientras le mecían.


No sabía cuánto tiempo llevaba allí, desconocía la razón por la que me encontraba en medio de ese profundo mar.
No era capaz de mirar al fondo, la eternidad de su oscuridad me hacía temblar. La batalla fue dura y todo quedó sumido en esa negrura infinita, como si notara sus miradas teñidas de rabia de aquellos que sucumbieron bajo mi hoja envenenada de furia.
Puedo jurar que esa furia se fue con mi aliento al terminar, que ese cargo de conciencia me atormentaba más que el dolos que me había hecho el frío acero.


Ya se acuesta el sol. Me despide del día, un duro día, una dura lucha por volver.
Y otra vez llega la noche y su silencio. Llega recordándome su recuerdo, asustándome con su miedo, preocupándome por ser su razón de un no vivir.


Todos allí dependían de mí. Yo era su norte, su guía. Sin mí estaban perdidos, y odiaba recaer en esa responsabilidad.
No he perdido a nadie que me sirva de apoyo ni consejo, pero el dolor de algunos de ellos hace que el trato se dificulte, que discrepen mis peticiones, que discutamos, pero si he llegado hasta aquí es por mi paciencia, no tengo muchas más virtudes que esa y la frialdad, del resto de virtudes me olvidé... seguramente ya no existan.


Ya se ha ido, el manto de estrellas me refugia, la serenidad de la luna me contagia, imagino que me sonríe y se la devuelvo, como cuando era una niña. Ahora todos duermen... Por fin el silencio para poner en orden mis ideas, detesto tomar tantas decisiones en tan poco tiempo, me desgasta, las sienes me arden, me encaminé a mi discreto camarote.
Pero ese momento también me daba pánico.
Mi cama, grande y fría. Me falta su piel conmigo, que ocupe este gran  hueco, que también está en mi pecho, que mientras lucho me duele más, como si algo se estuviera retorciendo ahí dentro, como si su miedo lo cargara yo.


No sé cuántos días más aguanté ese pellizco, cuantos días más pasé en ese barco y ese pestilente aposento, pero al ver por fin tierra firme bajo esa ardiente luz...
Cogí mis cosas, saludé a mi tripulación y les di las gracias deseándoles un merecido descanso, esperando no perder su simpatía, el apoyo que habían sido durante tanto tiempo, pero en cuanto puse un pie fuera del barco... su presencia me envolvió.




Ahora hay promesas. Pero de las que se pueden cumplir, detrás se escucharon sus dientes chocar mientras sonreía.

martes, 24 de abril de 2012

Mi voz real de la conciencia me dice que errando se aprende.
Mi conciencia me dice que parece que está todo claro. Pero las cosas se tambalean.
Los pilares de mi cabeza no se sostienen, y me todo esto a desembocado en un desasosiego del que soy consciente de que no voy a salir.
Puede haber distracciones, pero esa última conversación y esas promesas se van a ir repitiendo, como una pesada digestión, algo que sigue ocupando mi estómago, el puto nudo de siempre.

domingo, 22 de abril de 2012

Que lo sepas.


Esa sensación violenta de sonreír sin venir a cuento.
El hecho de que sea provocado sin venir a cuento lo hace más especial.


Un lastre en forma de vestido.

Esta vez el proceso ha sido el contrario: a una historia, una imagen.


Hoy quiero escribir un cuento.
Quiero contar lo que siento con aquello que mejor me lo parezca.

Voy a comenzar con una niña.
Yo, que estoy en transición, en medio del camino de la madurez, a un tercio de crecer como persona, al comienzo de mi vida, nada mejor que pensar en una niña.

Pequeña con ideas revueltas en su cabeza.
Le gusta jugar a ser ella, porque cuando lo hace se siente bien. Es su pequeño secreto, algún día lo hará un regalo para alguien especial.
No quiere  crecer. En su mundo de fantasía y en su inocencia se encuentra bien, se siente completamente llena, su pequeño corazón no quiere crecer más.

Pero el tiempo siempre gana el juego. A la nena no le gustaba jugar con él. Un torbellino de posibilidades, tan grandes como su temor y deliciosas como un rico caramelo se le pegaban a las faldas de su vestido, pegadas a los talones.

No sabía cómo elegir, porque todo le parecía tan grande y tan atractivo que no sabía por dónde empezar, pero, cuando el vestido le pesaba demasiado, ¿por qué no? El pudor no existía para ella. Se iba con sus amigos los árboles y se quitaba su enorme lastre en forma de vestido.
Allí, desnuda, sin oportunidades que elegir, sin temores que cargar, simplemente ella y sus amigos silenciosos.
Allí extendía su largo cabello sobre la hierba, se acariciaba el pelo mientras que el sol le daba calor, los árboles le daban cobijo mientras que le regalaban su silencio.
Por allí, su cuerpecito cambiante bailaba sin parar, se enredaba los deditos de los pies con las flores del lugar, les contaba a sus amigos que ella nunca crecería, pero se veía obligada a llevar ese estúpido trapo, como si algo le atrajera...

Un día, mientras descansaba apoyada en la suave corteza que su amigo el árbol le dejaban despertó con la sensación incómoda de que alguien le observaba.
¡¿Qué había pasado?! Una suave tela le tapaba, hacía la silueta sigilosa de unas extrañas y definidas curvas, ¿quién le había hecho esa broma de mal gusto? ¿Cuánto tiempo había estado dormida?

Cuando se percató de que no estaba sola le entró el pánico. 
¿Quién había entrado en su mundo? No recordaba haberle dado permiso a nadie, pero había tenido un sueño muy raro...

¿El árbol estaba respirando?
No, exactamente. El aire con un toque fuera de lo normal llegó a su nariz, le envolvió, parecía que le acariciaba como la tela con la que estaba tapada.
Volvió la cabeza y vio al chico con el que había hablado en el sueño.
Sin venir a cuento, la calma se apoderó de ella, echando a ese pánico despreciable, como si se la hubieran inyectado en vena, como usando sentía que sus amigos silenciosos estaban con ella.
-  ¿Quién eres tú? ¿Quién te ha dado permiso para entrar en mi cabeza?
-  Fuiste tú. Yo soy... Bueno, tú sabrás quién soy si me dejaste entrar.
Lo lógico es que la muchacha (porque ya no se sentía una niña) estuviera confusa. Pero no. Si sus sueños, que eran su voluntad, habían decidido eso... no podía existir eso, no había confusión.
-  ¿Por qué has venido?
-  Llegué y te vi. Me llamó la atención que estuvieras aquí sola. Te vi con esa tela encima, bueno, antes de despertar era un vestido y tú no eras... -su cara delató a su asombro-, bueno, no sé cuánto tiempo llevo aquí, pero creo que ese vestido ha hecho de ti... una mujer.
¿Qué? ¿Una mujer? Quizá antes estuviese equivocada, el tiempo igual le había derrotado...
-  ¿Te quedarás conmigo? -no quería sentirse sola más, los árboles no eran más que eso, igual que el sol, igual que las flores, igual que ese trozo suave del árbol, que era producto de obsesión de no encontrarse ningún obstáculo para ganar al tiempo.
-  Cuando y cuanto quieras.







miércoles, 18 de abril de 2012

Ven, pequeña.



Silencio pequeña, no te sirve de nada llorar.
El viento es frío, te duelen las mejillas, pero a más llores, más te dolerán.
Ven al calor de mi pecho, y escúchame atentamente. Mira cómo late mi corazón, tú tienes uno como el mío, pero, pequeña, el tuyo es mucho más fuerte y sano que este pobre trapo lleno de dolor.
Yo también lloré, pequeña, pero nadie me ofreció calor. Tranquila, vida mía, sentémonos a escuchar cómo replica este viejo aparato que bombea la sangre que ya no queda, que sigue con su rutina porque para eso se le creó.
Ven, pero serena. No puedo enseñarte cómo dejar de llorar, pero puedo intentar que tu angustia se torne agridulce, trataré de quitarle el sabor amargo a tus lágrimas, que se vuelvan más cálidas que la sonrisa que se dibujará en tu cara cuando, créeme, mañana salga el sol. Porque, te repito, pequeña, siempre hay un mañana un sol que nos ilumina. Y nos puede hacer arder de ilusión.


Ven, pequeña. acércate aquí, cierra los ojos y siente cómo respiro.
Intenta copiar cómo lo hago, que entre el aire despacio que trae ese viento frío.
Relájate escuchando el sonido conjugado por mis pulmones y el tambor de mi latido, es pausado, cansado, pero si juntamos el tuyo y el mío se animan entre ellos, te lo puedo asegurar.


Ahora, mira al frente.
El sol está hoy cansado.
Se puede ver que él también está como tú. Pero le acompañan miles de estrellas que le rodean, tan pequeñas a su lado como tú lo eres al mío.
Este es el secreto de un nuevo día.


Gracias, pequeña, por avivar este momento.
No temas. Mañana el frío se irá.
Y este viejo sin sangre, no sé dónde estará.

sábado, 14 de abril de 2012


Ser o no ser, pero qué pamplinas.
A ser, que no puede ser, maldito rompecabezas.
Siendo pequeño, parece muy grande, tiene una máscara, pero no se la pone.
¡Ay de nosotros, cuando jugábamos a ser mayores!
Esos labios rojos mal pintados.
Mi hermana me maquilla y jugamos otra vez.

Mariquita el último.
A este juego no se pierde.
Acelerar, pero nunca correr.

Tiene los ojos vacíos.
Una piel fría y muerta.
Mamá, quiero esa careta.
Esta noche dormiré pensando en... mí.

Fin.


Un regalo.


Típico día en el que no hay nada que hacer, pero te faltan horas para que quede el día completo.
Dicen que los días de tormenta son días tristes, pero siempre he pensado que son los días perfectos para esforzarse por tener una jornada grande.
El de arriba te manda chispazos desde lo alto para que envuelvas en un abrazo el regalo que se te da cada día, y apacigua tu sed con una intensa lluvia de placeres.

Quizá cometamos el fallo, como a mí me suele ocurrir, de encerrarnos en casa diciendo que no hay nada que hacer. Bien, ese no es el fallo, el fallo es que... ¿por qué no darnos el capricho de estar con nosotros mismos? O, simplemente, dejar la mente descansar cogiendo uno de tus peluches del armario, hacer una buena fuente de palomitas y estar con la compañía de alguien silencioso, tu conciencia en ese rato te concederá un tiempo de tregua para que, literalmente, no pienses. Como mucho en el trasero que le hacen los tacones a la protagonista de la película, o por qué abusan del pobre muchacho y sus marcados pectorales.
O coger un libro, divagar por ese mundo imaginario, imaginar cada voz de cada personaje, que se te ponga la piel de gallina cada vez que pasa algo interesante, como si fueras tú el que lo está viviendo.
Pillar el teléfono y llamar a otro que esté como tú. Hacer el pardillo y el imbécil a veces es una forma inteligente de hacer del día un regalo para entregárselo a alguien especial.

Buena noche de tormenta, señores.

viernes, 13 de abril de 2012

Totalmente perdida.


No quiero aburrir con palabras bonitas.
Tampoco quiero hoy decir nada triste.
No sé muy bien cómo expresar mi situación, pero a lo que más se parece es a n camino lleno de baches que remueven hasta el último hueco de mi cabeza.
Y qué hay de esas cosquillas en el estómago cuando bajas una enorme y empinada cuesta a toda velocidad, es como si la música acompañara el momento en el que no sabes hacia qué te lleva la vida.



Le guiñó una niña de perfil de pechos dulces y de rojo carmín. 
Al fondo, la lluvia del mes de Abril.

miércoles, 11 de abril de 2012

Haz lo que quieras.


Mi querida amiga me decía que no confiara en nadie.
Me extraño que me lo dijera, cuando fue ella quien me pidió hace muchos años que confiara en mi siniestra compañera.
En estos días me falta. Y en estas semanas, o meses. Cuando voy a mirar cómo se quieren juntar los árboles sobre mi cabeza me recuerda que ya no está conmigo, ¿qué hay de esas tardes llenas de caprichos? ¿Qué hay de sus consejos? Ella era una fiel beata de la verdad, me taladraba con sus juicios y con su análisis minuciosos de cada situación. Ella me daba el empujón para hacer lo que me apeteciera si era relativamente ético.

Lleva años en un estado... como muerta. No tendría otra forma de explicarlo. Siempre actuaba en silencio, pero en estos años ha estado en un largo letargo, un extenso silencio.

¿Dónde te has metido, conciencia egoísta?

Esa puta presión sobre el estómago.

martes, 10 de abril de 2012

No veo nada. Ni claro ni oscuro.
Camino por un túnel en el que extiendo los brazos y rozo con mis dedos las húmedas y cálidas pareces. De vez en cuando me encuentro alguna flor que otra.
No sé ni dónde comencé ni dónde voy a terminar.
Siento cosas a las que soy incapaz de ponerle nombre, pero puedo decir que no me arrepiento de casi nada, simplemente de no sabes qué rozo y de dónde proviene es dulce aroma que me rodea.


lunes, 9 de abril de 2012

Y un buen vino.



Después de tantos años, esta ciudad no me trae recuerdos.
Sus calles me fascinan, pero ya no siento nada.
Un cigarro y camino entre todas esas sombras, en cambio, hoy no hay nubes pero no sé dónde se esconde el sol.

Mi único seguidor es el humo que suelto.
Cada noche me imagino entre tacones, un buen piano, pero me encuentro con mi soledad y con un buen vino.

Y dos.
Y tres.
Y así hasta el amanecer.


domingo, 8 de abril de 2012



Todo lo bueno tiene que acabar en algún momento para ser capaces de echar de menos.
El echar de menos no implica pasión, llámese dolor, sufrimiento, se puede recordar con un latido sereno y delicioso.

Pero, en cambio, lo malo parece que nunca termina.
Es como un bicho sin nombre que te hace caer cuando menos te lo esperas, que no se ve pero es grande y fuerte.
Desgraciadamente, a lo malo nunca lo echamos de menos, ya sea por miedo a enfrentarnos a ese bicho baboso o a la ceguera que un idiota se provoca.

En cualquier caso, la vida me ha querido enseñar que ni ella confía en sí misma, ¿cómo y en qué vamos a confiar entonces?
Porque todos estamos aburridos de la frase "No dejes que la vida te viva a ti, sino que la vivas tú a ella.".

viernes, 6 de abril de 2012

Él.


Como siempre, mientras daba su paseo no pensaba. Era un ejercicio que repetía una y otra vez.
Cuando se agobiaba miraba al cielo y veía cómo las ramas se enredaban pero nunca se juntaban sobre su cabeza. Si no era suficiente, se ponía a pensar en algún amigo decente que quisiera pasar un rato idiota en algún banco frío.

Pero ese día se sentía diferente. Miraba cada dos por tres la hora, se preguntaba que desde cuándo se había preocupado tanto de eso. ¿Qué estaba ocurriendo? Estaba inquieta. Algo le ocurría y no sabía decir el qué.
Un escalofrío. Su sombra. Sentía su caricia, dulce y casi imperceptible sobre su pelo. Una lágrima rodó escaleras abajo mientras cerraba los ojos con fuerza y trataba de abrir su cajita de valor. Después de tanto tiempo le notaba, sabía que estaba con ella. Y por un momento no tuvo nada que temer, hasta el momento siguiente, cuando el pánico se apoderó de ella: se iba a ir de nuevo. Y se quedaría ella sola, pensando en esos tiempos felices que nunca volverán, mas que a sus recuerdos.

Ya no notaba su tierna caricia.
Sólo un viento frío que le caló hasta dejarla temblando.
Ya no estaba.
Sólo le acompañaba el dolor de su ausencia.

No le quedaba más que seguir caminando, no había más reservas de lágrimas. 
No le quedaba mucha más vida que tragar.
Pero seguiría haciendo su camino de no pensar hasta lograr sentir otra vez su presencia.


Interferencias.

Las cosas no pasan porque sí.
Pero no hay por qué buscar razones fuera de la situación, aunque siempre hay interferencias.

Debo decir que la frialdad en ocasiones especiales es un arma poderosa.
Por muchas interferencias que haya.

Mi beneficio hoy es tener la seguridad de que las cosas están bien hechas así.
Pero me da la impresión de que ese regalo no va a llegar nunca.

jueves, 5 de abril de 2012

Segunda parte.


Y otra vez se vistió, con el mismo tono en los labios a juego con las mejillas. Pero esta vez no era ese tono rojo vivo de la última vez. Esta vez era el tono de la tristeza y de la soledad, el tono pálido y enfermizo que la invadía cuando algo le rondaba demasiado la cabeza.

Otra vez le había llamado. Hoy su vestido era más taciturno, hacía que su rostro tomara un color más apagado aún, un gesto extraño, pero a ella le daba igual, como todo, porque él no se fijaría en otra cosa que no fuera el suelo cuando quedaran en la esquina de siempre, era de esperar. Lógico.

Cogió las llaves y echó el último vistazo al espejo, vio su delgada figura. La balanza ya se reía de ella. "Antes me sentía bonita porque él me veía bonita. Ahora... En fin. Qué más dará." Y más imágenes que le atornillaban y le destrozaban cada parte de su ser. Ahora todo lo que fue luz y maravilloso se le antojaba desagradable de recordar, le dolía recordar ese "tú por tu camino y yo por el mío", aunque seguía pensando que era lo mejor que podría haber hecho.

Salió por la puerta. Hacía frío. Se sentía fría, se sentía una roca. El tatuaje que nunca se veía ardía, le recordaba que tenía que ser fuerte. Le decía que ella, en realidad, estaba bien, que había que velar por el qué hacer por él. Se acarició con disimulo antes de partir con esas manos congeladas y se calmó mientras respiraba fuerte y hondo. Quedaba un corto pero duro camino.

Llegó, y él no aparecía.
Y el momento en el que se quedó a un suspiro de besarle, hacía ya un tiempo, le abofeteó como un halo frío. Como si notara el roce de su nariz.
Pero no estaba. Y no iba a venir. En su lugar había una bolsa colgada en la tienda de la esquina. Dentro había un sobre. Y lo abrió.

Había un camino dibujado en un fino y gran papel, que se bifurcaba al final.
No sabía del todo bien lo que significada, pero algo se podía imaginar. Le dio la vuelta y comenzó a leer.

"Conociéndote, ya te habrás hecho una idea de lo que quiero que hagas, pero quiero que te quede claro el fin de todo esto: quiero que seas feliz.
¿Recuerdas? Sí, justo ahí. Cuando he dejado esa bolsa también he recordado el tacto de tu cintura, ese día estabas preciosa, caminabas encima de esos enormes tacones que me dejaron tu nariz a la altura de la mía, yo también deseaba ese beso, pero nunca fue momento. Y recordarás también que decidiste que cada uno camináramos por lugares distintos, pero, si te fijas, esos caminos siempre van a estar conectados de alguna manera,

A ti te gustó siempre dar paseos, alejarte del mundo, y yo siempre te seguía por otro camino, amaba ver cómo sonreías cuando las nubes dejaban pasar un poco de sol para que tus mejillas adornaran con su color tu rostro feliz. Pero tú misma eras la que decía que siempre terminabas echando de menos el ruido de los edificios que aborrecías, siempre echabas de menos el sitio del que venías.
Pues bien. A ese lugar también lo llamabas brazos, de los cuales yo soy el dueño, te recibía con ellos abiertos y luego, al regresar, los cerraba tan fuerte... pretendía que nunca te llegaras a ir.
Ahora te digo que puedes volver siempre que lo desees, la única diferencia será que no los cerraré, eres libre de elegir.

Te quiero. "

Y la pobre nena lloró. Lloró como nunca, lágrimas agridulces mientras recordaba el sonido del último "te amo" que escuchó de sus labios, esos que nunca llegó a besar.





Aquí la primera parte : http://cazasonrisasnivelexperto.blogspot.com.es/2012/01/sus-mejores-colores.html

Smile.


You know that I’m crazy bitch
I do what I want when I fell like it
All I wanna do is loose control.


Avril Lavigne- Smile.

miércoles, 4 de abril de 2012

Vaya día.



En ese momento en el que no sabes qué hacer con tu vida.


Objetivo


Me decían que, si quería algo, luchara por ello.

Bien... voy a intentarlo.
Sé que es un momento en el que las cosas pueden ser blancas o negras. Pero quiero que sean de un puto tono gris. Luego será momento de darle color.

martes, 3 de abril de 2012

¿Qué pasa cuando no sabes si lo que has hecho era lo correcto?

Me contradice el hecho de que la vida sea riesgo, el que tiene miedo es quien se arriesga, pero siempre existe una incertidumbre.
En fin.

...


Y se sintió tan pequeña que escapó por un tiempo de esa enorme burbuja.


lunes, 2 de abril de 2012

Historias viejas.



Caminando iba la princesa por el sendero, sendero del gran bosque que rodeaba su castillo.
Elizabeth se sentía bien, respirando un aire que olía a seguridad, el olor de la tranquilidad. El bosque era tupido, aún así, era su lugar favorita desde su niñez. Por mucho que se adentrase, sabía perfectamente dónde acudir para volver a encontrar el sendero.

Iba pensando en su futuro, un bello príncipe que llegaría en breve, la sonrisa de la reina al decir el sí quiero, un hermoso niño al que cuidar y amar en un próximo reinado…
El corazón se le hinchaba de orgullo al pensar que todo eso sería suyo en breve. Un pequeño reino donde vivir y crecer. Y todo por ser una simple princesa…

Desde siempre se le dijo que todo eso sería suyo.
Desde siempre le aseguraron que tenía las aptitudes perfectas para ser una gran reina.
Desde siempre se le dijo que su reinado sería tan deslumbrante como el sol que ahora contemplaba tras las hojas de los árboles.
Desde siempre se le había valorado como la princesa que siempre estaba atenta a las necesidades de su gente.
Desde siempre…

¿Qué debería hacer entonces?
Ella quería buscar el mejor futuro para su reino.
Quería traer un heredero sabio que hiciese la misma labor de prosperidad que hasta ahora se había llevado.
¿Y si sólo habían sido meras conjeturas? Las conjeturas no siempre se cumplen.
El miedo le empezaba a carcomer la conciencia, a lo mejor no bastaba con esa atención.
A lo mejor faltaba algo más para prepararse para la perfección.
Ahora tenía que pensar si con lo que hacía por ahora era suficiente.

Un escalofrío le recorrió de pronto de pies a cabeza.
Un par de gotitas le mojaron la nariz.
¡Oh, lluvia! En ese lugar perdido entre ese gran bosque las tormentas eran terribles.
El resplandeciente sol que antes veía cada vez se iba atenuando más.
Sin quererlo, por planificar sus fantasías, se le estaba echando la noche encima.
Unos cercanos relámpagos sonaron.

En cuestión de un instante… Perdida se encontró.
Ahora el bosque se cernía oscuro sobre ella.
Pobre Elizabeth.
Donde más segura se encontraba, ahora se había convertido en un momento en un lugar temible y peligroso. Allí era donde se resguardaba de todo. Era donde acudía cuando se sentía sola, ya que el susurro del viento le hacía sentir bien.
Ahora el viento también estaba con ella, o quizás contra ella.
Ahora el viento, sin quererlo reconocer, era quien hacía peligrar a la pobre princesa.

El castillo, el gran castillo de su reino, se encontraba tan cerca y a la vez tan lejos… La desesperación se unía al miedo.
Su hogar, su gente, ¿dónde estarían ahora?
Por mucho que gritara, que pidiese ayuda, a causa del maldito viento le era imposible ser oída.
¿Desde cuándo ocurría esto?
Siempre que gritaba, su guardia venía en su ayuda. A veces venía por la simpleza de ver si se encontraba a salvo.
Esta vez, la princesa se encontraba sola.


Al final, derrotada por la noche entera caminando bajo la lluvia, un pequeño rayo del alba despertó a la pequeña Elizabeth.
Sus ropas estaban demacradas, sus largos cabellos mugrientos por el barro, sus manos llenas de heridas por intentar que el viento no se la llevase. Cansada…

¿Qué haría ahora, sin apoyo alguno, en un lugar desconocido del bosque, lejos de su castillo?

Sueños por el sendero arrastrados por la lluvia…



No había terminado todo, debía quedar algo…
Luz, mucha luz.
Estaba todo devastado, pero su memoria le ayudaría.
Corría y corría, como nunca en su vida había llegado a hacer.
De nuevo la alegría la llenaba, otra vez veía la luz y… ¡El sendero!
Seguía y seguía, el cansancio no aparecía de la adrenalina que estaba gastando en ese momento.
Y, por fin, vio asomar uno de los grandes torreones de su castillo.

Cuando la pequeña Elizabeth creía haberlo perdido todo, la esperanza apareció en forma de brillantes rayos de luz.


¿?





Un momento estupendo para poner mi mente en Pause.
Ahora me toca a mí.



Tengo ganas de gritar y la almohada ya no es suficiente. 
No recordaba qué era el sudor frío...


Ya, nada.


Decía que antes todo era muy sencillo.
Hacía las cosas porque le apetecía, pero llegó ella y todo cambió, tal fue el peso de ese ser que nunca volvió a pensar en sí mismo.


Su vida era un tributo a su cabello, la duda no tenía sitio en su burbuja, pasó todo tan rápido que podrían jurar que era para siempre. Pero no cayeron en el detalle de las promesas. 
Hay dos reglas claras: nunca digas nunca y jamás te prometas nada a ti mismo que puedan derrumbarte si algo ocurre. Y él cometió esos dos fallos. 


Falló en ver solo ese ombligo entre curvas dibujadas de forma perfecta, igual que las ondas de su pelo con el color del deseo, falló en no creer que nada echaría abajo esos planes, hacer millones de pedazos esas burbuja.


Chico idiota.
Ahora llévate la mano a la boca y no hables más de promesas que no puedes controlar. 
Y, sobretodo, nunca rompas promesas que te hayas hecho a ti mismo.


Simplemente... Vive por tributo a tu vida.