Anuncio

sábado, 14 de abril de 2012

Un regalo.


Típico día en el que no hay nada que hacer, pero te faltan horas para que quede el día completo.
Dicen que los días de tormenta son días tristes, pero siempre he pensado que son los días perfectos para esforzarse por tener una jornada grande.
El de arriba te manda chispazos desde lo alto para que envuelvas en un abrazo el regalo que se te da cada día, y apacigua tu sed con una intensa lluvia de placeres.

Quizá cometamos el fallo, como a mí me suele ocurrir, de encerrarnos en casa diciendo que no hay nada que hacer. Bien, ese no es el fallo, el fallo es que... ¿por qué no darnos el capricho de estar con nosotros mismos? O, simplemente, dejar la mente descansar cogiendo uno de tus peluches del armario, hacer una buena fuente de palomitas y estar con la compañía de alguien silencioso, tu conciencia en ese rato te concederá un tiempo de tregua para que, literalmente, no pienses. Como mucho en el trasero que le hacen los tacones a la protagonista de la película, o por qué abusan del pobre muchacho y sus marcados pectorales.
O coger un libro, divagar por ese mundo imaginario, imaginar cada voz de cada personaje, que se te ponga la piel de gallina cada vez que pasa algo interesante, como si fueras tú el que lo está viviendo.
Pillar el teléfono y llamar a otro que esté como tú. Hacer el pardillo y el imbécil a veces es una forma inteligente de hacer del día un regalo para entregárselo a alguien especial.

Buena noche de tormenta, señores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario