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miércoles, 8 de julio de 2015

El crío.


Qué cuesta una sonrisa.
Es lo más gratuíto y más inevitable del ser humano.
Sentarse a leer, ver cómo el crío llama la atención de su madre.
Ver cómo llama la atención, es un crío.
Repetir una y otra vez la gracia, y el típico reproche de su madre "estate quietecito", con la desgana que provoca este sol maltratador.
Hacer ver que estás atenta, que el crío se va, que retrasa la partida con su última gracieta. Y cómo se vuelve, por si las moscas, por si por un casual has querido fijarte en él.
Y la sonrisa, preciosa, de un crío comprobando que, efectivamente, le devuelves la mirada.
Qué poco cuesta conseguir lo inevitable.
Y qué poco cuesta hacer que las excusas salgan de debajo de las piedras.