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martes, 22 de enero de 2013

"The life killed the dream I dreamed."

Me froté los ojos, el sol me acariciaba con su calor, pero su calor ya no estaba al otro lado de la cama. Las sábanas estaban revueltas, una curiosa imagen, totalmente nueva.
La puerta estaba abierta, el sonido de unas llaves terminaba con su paso por mi vida.
Sólo quedaban recuerdos, lágrimas que quedaban por llegar y un vació en mis manos por no encontrar más las suyas.

Él cogió mi niñez, sus cosas y no volvió, igual que mis risas de dicha de la noche anterior.
Sabía que tarde o temprano pasaría esto, pero nunca se está preparado para lo malo.



Sabía que era algo que tenía que olvidar, se acabó, no más títulos, ni promesas sin verdad, ni mentiras a secas.
Sabía que en algún momento iba a terminar.

miércoles, 16 de enero de 2013

Querida señora de la casa de la esquina.

A lo mejor le ha llegado su hora, no sé, quién sabe, pero hace un par de años que no veo a esa señora vestida de negro y a su plantita en la ventana. Tendré un detalle, esté donde esté tengo la sensación de que lo leerá.

Querida señora de la casa de la esquina. Creo que sólo una vez hablé con usted, y su voz todavía hace eco en mi memoria cuando salgo a dar el paseo de la mañana de mis dos pequeños compañeros de piso. Siempre que salía estaba oscuro, casi nunca estaba el sol despierto cuando escuchaba cómo su persiana se levantaba a las 7 menos 20 de la mañana, y se quedaba mirando a ver lo que hacía. No sé si alguna vez se dio cuenta de que yo también le observaba a usted, me encantaban las ondas que hacia su pelo a veces gris y a veces blanco, esa sonrisa que se me ponía cuando le veía disimular con su pequeña plantita, me gustaba saber que alguien, cuando todo el mundo dormía, esta a pendiente de lo que hacía,
Un sentimiento estúpido, pero lo hecho de menos. Sea cual sea el sitio donde se encuentre ahora, que sepa que sigo mirando la persiana naranja amarillenta cada mañana, esperando a volver a ver aunque sea una planta cualquiera, pero que esté bien.





Dejé el papelito metido bajo la persiana. 

***

Me he vuelto a pasar esta mañana. Un suspiro de alivio a resonado en la calle vacía. Un papelito escrito con una perfecta caligrafía rezaba un "Gracias, pequeña.". Mientras las lágrimas tiraban de mi pecho, el viento y la lluvia acompañaron al pequeño trozo de papel a otro lugar, dejándome con una alegría que soy incapaz de explicar.

miércoles, 2 de enero de 2013

Humanidad.

Sabía que estaba tan cerca de la muerte que le hacía gracia seguir con las reglas del juego de la vida. Unos lo llaman ley, otros lo llaman sistema, otros simplemente prefieren aparentar que participan en ese juego. Por si a caso.

Nuestra chica, a decir verdad, no sé si sería correcto decir que respondiese a rajatabla a la definición de "mujer". Nadie cuestionaba su feminidad, no señor, era atractiva, sexy y demasiado lista para tapar a su monstruo interno con su mirada, pero lo que le faltaba por completo era el sentimiento de estar viva.
No quiero que se llegue a pensar que era el típico perfil de asesino sin humanidad, ni hablar. Nuestra chica era una máquina, pero una máquina casi perfecta.

Hubo muchas teorías buscando el por qué de lo que hizo, no os voy a relatar la extensa lista de locuras que se le ocurrieron a los periodistas morbosos y a los que le llegaron a afectar de verdad la muerte de Víctor, pero creo que el mundo tiene derecho a saber la verdad. Y no me he molestado en mirar si está preparado.

No era perfecta, tenía un punto débil, y por eso era una humana en toda regla. Y parte de mujer.
Tenía que saborear cada segundo que parecía pasar. El tacto de todo lo que rozaba, cómo el aire entraba por sus pulmones, se pellizcaba dolorosamente cuando quería que pareciese algo real. Su maldición era creer que estaba muerta. Y que se le había dado la oportunidad de seguir por el mismo camino, tirando la idea de "en la otra vida". Esto tenía un inconveniente, le daba pánico encontrarse sola. A pesar de ser un diablo con piel, necesitaba estar cerca de quien creyese que la conocía perfectamente, le gustaba que le trataran siempre de la misma manera.
Contaba que tenía siempre la sensación de estar dormida, de estar siguiendo un juego con unas reglas tan absurdas como son las que siempre ha conocido, las que se sabe perfectamente, las que se suponen que te hacen ser mejor persona. Algún día os contaré cómo sé todas estas cosas, pero creo que por ahora es suficiente bomba esto que leéis aquí.

Todo comenzó en un día de sol en plena salida del invierno. Un paso de peatones y una conversación con un don alguien que se hacía llamar amigo por teléfono.
- Dios... tengo una sensación muy rara desde hace unos días. Me siento ridícula contándolo, pero necesito saber qué piensas.
- No creo que sea nada, nena. A ver, cuéntame.
- Mira... da igual, es una estupidez, estaré cansada y...
- Venga, si has empezado, termina, siempre haces igual.
- Si es que... a ver.- se miró en el escaparate de la tienda que había al final del paso, estaba oscuro ya. Giró sobre sus pasos y siguió el camino hacia casa.- Es muy raro, parece como si estuviera siempre dormida, esa sensación que tienes cuando sueñas de que, de alguna forma, puedes controlar lo que haces. Es desesperante.
- Hay veces que pasa cuando estás muy cansada, enana. No será nada, estás agobiada, los exámenes y tal, te agobias mucho en esta época y no duermes bien. Verás que cuando tengas un par de días de sueño en condiciones estarás nueva.

Pero ella seguía con el lazo al cuello. Pasaban los días, y pasaron los años, y ese agobio de querer despertar era el que definía su vida. O lo que quiera que fuese. Una vez oyó la expresión de "estar borracho de sueño", y probó a dormir más de doce horas durante muchísimo tiempo, pero evidentemente no funcionó, y la frustración siguió aumentando. Y más rápidamente cuando mirando al techo, cada noche, quería despertar antes de ese paso de peatones, o tener a alguien a su lado cada noche que le hiciera olvidar que quizá la vida que había conocido se había ido para siempre y todo esto era una simple parodia de lo que pudo haber sido. Y mientras tanto, conoció a Víctor.

Dicen que le mató por lo que se suele decir, un asesinato pasional, fruto de un brote de locura. Pero no.
Pero no, queridos. Le mató por amor. Le mató por hacer que se sintiera viva, por sentir que alguien casi es capaz de comprobar quién era ella de verdad. Y alguien que conoce un secreto tan horrible no suele durar mucho tiempo vivo, ¿no es así?