Anuncio

sábado, 3 de marzo de 2012

Hace mucho tiempo ya de eso.






Le iba a rebosar el tazón de cereales, seguía echando distraída mientras ensayaba cómo iba a ser su sonrisa.




Yo creía que era capaz de todo.
Mis padres siempre me dijeron que si se quiere, se puede hacer todo lo que te propongas.
De eso hace ya mucho tiempo. Uno está en un lugar en el que hablan susurrando y sin que nadie les oiga y otra simplemente no oye y está desesperadamente aburrida, ya no le queda mucho que hacer aquí.

Tristemente considero y reconozco que tengo una experiencia que no merece la pena recordar. Me creo prometido y casado con el presente, ya que el pasado n o me interesa y el futuro me da asco.

Muy pocas cosas hay que consiga recordar, no por problemas de memoria, es que no me gusta hincar astillas en viejas heridas.
Mi casa está repleta de rostros dulces con ojos verdes, una niña que me dejó cautivado.
Cada vez que llega la hora de dormir me dejo caer sobre mis crujientes rodillas para rezar por ella. Su pelo negro rojizo, su tez morena y su media sonrisa que nunca se borra de ningún lugar de mi morada me hace relajarme y pensar por un momento que quizá exista un Dios generoso y maravillosos que haya creado ese ser divino que llenó de magia un grandioso trocito de mi triste vida.

Las gentes comentan que soy un ser solitario, amante del silencio y que no ha conocido ni conversado con nadie en años. No les voy a quitar razones porque es casi del todo cierto.
No conocí nunca a nadie con esa vida, esa dulzura y con un silencio que acompañase tanto. Un ser tan paciente e inocente que me maravillase tanto, era como una droga de azúcar, sencilla, con una labia que me llevaba a cualquier lugar secreto de la vieja ciudad donde bailaba para mí bajo la luz de la luna, sus faldas parecían aguas enfurecidas del mismo color que sus ojos moviéndose al son de una melodía secreta que salía de sus caderas.

Con su imagen y su olor en mi mente hasta la caída más fuerte me parecía que hubiese caído sobre una enorme cama de plumas.
Ella me acompañaba desde el lugar en el que hablaban en susurros, pero yo la oigo con total claridad. Me cuenta y me recuerda momentos en los que podía afirmar que la felicidad plena existe, aunque fuese corta.

Ya no me apeno cuando recuerdo su cara palidecer, esa piel oscura que iluminó mis días, la mirada que hacía que me enorgulleciese perecía, perdían su viveza, al final toda su vida se fue por ella. No pretendo recordar más detalles, pero siento ese momento como un alivio para ella y para mí, y ahora...


... estoy esperando a que me coja de la mano por última vez y que no me suelte nunca, me 
llevará con ella. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario