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domingo, 4 de marzo de 2012

Más que un collar de melones. Pesada.



Con el miedo de la mano y la paciencia en ningún lado.


La chica no sabía qué hacer. Se encontraba en mitad de la calla, perdida y sin mapa, con las bolsas en la mano y ni un duro encima.
La gente ni le miraba, pero por lo menos hoy estaba bonita por si algún idiota le ponía la vista encima.

Quería ir al teatro, su única ilusión. Verse bajo los focos e iluminada por miles de flashes no menos brillantes que su sonrisa. Pero sabía que era imposible. Por lo menos tenía que intentarlo.

Su amor era inservible. No estaba pero no aguantaba sin él. Se había ido lejos, pero sus cartas le hacían llorar y recordar. Ya casi había olvidado su tacto, sus labios, su olor... Pero trataba de olvidar, sólo recordar cuando pudiese derrumbarse sin que nadie mirara.

Miró al cielo. Era un día soleado.
Respiró hondo y decidió hacer una locura... ¿Por qué no dejarlo todo?
Para qué seguir buscando, no necesitaba un escenario en alto y los asientos por lo bajo, mejor que su escena fuera la calle y no seguir la disciplina y las reglas de lo establecido.


Mejor sonreír a la manzana, ignorar a las gentes, soltar las bolsas y interpretar la mejor obra que nunca salió a la calle: su vida



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