Anuncio

miércoles, 18 de abril de 2012

Ven, pequeña.



Silencio pequeña, no te sirve de nada llorar.
El viento es frío, te duelen las mejillas, pero a más llores, más te dolerán.
Ven al calor de mi pecho, y escúchame atentamente. Mira cómo late mi corazón, tú tienes uno como el mío, pero, pequeña, el tuyo es mucho más fuerte y sano que este pobre trapo lleno de dolor.
Yo también lloré, pequeña, pero nadie me ofreció calor. Tranquila, vida mía, sentémonos a escuchar cómo replica este viejo aparato que bombea la sangre que ya no queda, que sigue con su rutina porque para eso se le creó.
Ven, pero serena. No puedo enseñarte cómo dejar de llorar, pero puedo intentar que tu angustia se torne agridulce, trataré de quitarle el sabor amargo a tus lágrimas, que se vuelvan más cálidas que la sonrisa que se dibujará en tu cara cuando, créeme, mañana salga el sol. Porque, te repito, pequeña, siempre hay un mañana un sol que nos ilumina. Y nos puede hacer arder de ilusión.


Ven, pequeña. acércate aquí, cierra los ojos y siente cómo respiro.
Intenta copiar cómo lo hago, que entre el aire despacio que trae ese viento frío.
Relájate escuchando el sonido conjugado por mis pulmones y el tambor de mi latido, es pausado, cansado, pero si juntamos el tuyo y el mío se animan entre ellos, te lo puedo asegurar.


Ahora, mira al frente.
El sol está hoy cansado.
Se puede ver que él también está como tú. Pero le acompañan miles de estrellas que le rodean, tan pequeñas a su lado como tú lo eres al mío.
Este es el secreto de un nuevo día.


Gracias, pequeña, por avivar este momento.
No temas. Mañana el frío se irá.
Y este viejo sin sangre, no sé dónde estará.

1 comentario:

  1. Tener a nuestro lado alguien que nos ofrezca su hombro para llorar es importante, si además nos aconseja sabiamente, eso no tiene precio.
    Estupendo relato de AMérida.

    ResponderEliminar