El echar de menos no implica pasión, llámese dolor, sufrimiento, se puede recordar con un latido sereno y delicioso.
Pero, en cambio, lo malo parece que nunca termina.
Es como un bicho sin nombre que te hace caer cuando menos te lo esperas, que no se ve pero es grande y fuerte.
Desgraciadamente, a lo malo nunca lo echamos de menos, ya sea por miedo a enfrentarnos a ese bicho baboso o a la ceguera que un idiota se provoca.
En cualquier caso, la vida me ha querido enseñar que ni ella confía en sí misma, ¿cómo y en qué vamos a confiar entonces?
Porque todos estamos aburridos de la frase "No dejes que la vida te viva a ti, sino que la vivas tú a ella.".
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