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lunes, 9 de abril de 2012

Y un buen vino.



Después de tantos años, esta ciudad no me trae recuerdos.
Sus calles me fascinan, pero ya no siento nada.
Un cigarro y camino entre todas esas sombras, en cambio, hoy no hay nubes pero no sé dónde se esconde el sol.

Mi único seguidor es el humo que suelto.
Cada noche me imagino entre tacones, un buen piano, pero me encuentro con mi soledad y con un buen vino.

Y dos.
Y tres.
Y así hasta el amanecer.


1 comentario:

  1. La monotonía y la rutina son enfermedades que nos contagian poco a poco sin que nos demos cuenta. Ni una copa de buen vino, ni dos, ni tres... curan los síntomas, solo los adormecen.
    (Ya imagino que tu narración es sólo un pensamiento trascrito al papel. Muy bonito, por cierto. Un saludo de AMérida

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