Esa época en la que nos empezamos a descubrir, a confundir.
Esos años que duran un suspiro pero en el tránsito parecen eternos, esos dieciocho... mis padres.
Esas rachas que duraban semanas, meses, de alegría desbordante o de una pena inmensa. Esa sensación de no controlar mis sentimientos, los mayores me dicen: se pasará.
Los mayores aconsejan que no hay que agobiarse, que todo pasa, que todo llega.
Los mayores opinan que esas semanas de alegría o de tristeza... en realidad son un momento, ¡todo es producto de nuestras hormonas! Que en un momento... se olvida.
Pero los mayores olvidan que para un niño, un momento es un mundo. Que en el calendario pone dos días pero en la bendita adolescencia, equivale a "¿cuándo va a acabar esto?", "¿cuándo va a llegar?".
Todo pasa, nada es eterno... pero depende de la forma de mirar.
Depende de la forma en la que queramos mirar.
Los mayores olvidan la bendita adolescencia, aunque hace nada que estaban ahí. Quieren pensar que todo pasa, pero el dolor es dolor, la alegría es la alegría, y todo deja una huella bajo todo ese polvo.
Bendita adolescencia. Momento de crecer mientras seguimos siendo niños.
Mientras estamos en el camino, todo es muy lento... y en cuanto lo acabamos, olvidamos lo rápido que ahora vamos."
