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sábado, 3 de marzo de 2012

Carece de realidad.



Cosa que carece de realidad o fundamento, y, en especial, proyecto, deseo, esperanza sin probabilidad de realizarse.


Una chica en medio de la antigua ciudad amante de las artes. En su extraño y crujiente piso en el centro, dormía con inquietud entre todo su material de creadora de sueños.
La ventana estaba abierta. La luz que reflejaba la luna entraba y hacía a las sombras jugar por la habitación. Las sábanas estaban revueltas pero había dormido sola.
Un mal sueño le había visitado esa noche, uno de esos sueños angustiosos en los que alguien te persigue, alguien o algo que debe odiarte.
Pero por fin se ha despertado, ya no tiene nada que temer entre esas cuatro paredes, no van a volver a desaparecer.

Se levantó de la cama. Se calzó y se dirigió a la ventana. Un sudor frío le inundó la nuca. ¿Qué estaba pasando?
Se dio la vuelta y miró hacia la puerta. Unos pasos acababan de pararse frente a ella. Ella vivía sola en ese antiguo piso alquilado. Nadie en la ciudad tenía las llaves para poder entrar...
Un temblor recorrió su cuerpo de arriba a abajo. El miedo le estaba empezando a nublar la vista con las gotas de sudor que le iban cayendo de la frente.

Era imposible. Tendría que ser en el piso de al lado.
Pero cogió una pieza de madera sin tallar por si a caso, y la puerta se abrió lentamente justo en ese momento.
Una figura se veía apoyada en el quicio de la puerta, la silueta de unos brazos cruzados y un pie sobre el otro.

Estaba congelada de miedo, sin respiración, preguntándose si estaba loca, cuando la silueta dio un paso al frente. No cabía en sí de júbilo. Sus miradas se dieron la mano cuando le reconoció: era él.

Era menos que imposible, pero su alegría le volvió loca, ¡por fin le había encontrado!
Tanto tiempo esperando a irse con él y dejar su arte triste y desolado por su ausencia que ya no merecía la pena seguir con esa vida.
Cuando consiguió mover un músculo, dio un paso hacia él, luego más rápido, y él se tiró a sus brazos con la misma inmensa alegría que ella. Pero se desvaneció en un soplo frío...

Otra vez entre sus sábanas. La almohada estaba empapada.
Tanto tiempo desde que él se fue de este mundo.. pero nunca lo podría superar.

Se levantó y se secó las lágrimas con su camisa holgada, encendió las luces y comenzó con su único consuelo: dibujar su sueño.


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