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viernes, 13 de enero de 2012

Tópicos.





La mente humana es demasiado traicionera.
Sólo vamos a fijarnos en las distintas etapas de nuestra vida. Y comparar con lo que necesitamos y lo que ella nos proporciona:


Somos unos mocos pegados a una pared, es decir, acabamos de salir del vientre de nuestra mamá. 
Es cierto, siendo tan pequeños no estamos capacitados para hacer otra cosa que no sea comer y dormir (porque lo demás no lo controlamos), pero, algo tan indefenso, ¿por qué narices no somos capaces de ni hacer señas para decirle al mundo entero que tenemos hambre? Memoria genética. 


Bien. Crecemos un poquito. Ahora somos unos mocos verdes pegados en la pared. Tiramos ya a ser algo así como.. eso, una cosa deforme.. unas pequeñas y puñeteras esponjas. Nuestra mente absorbe todo lo que ve y oye.
Ni se te ocurra soltar algo que no quieras que en instantes vaya a reproducir (mil veces) más tarde. Nada de nada. Sé de uno que escuchó sólo una vez de su madre "¡Madre mía! ¡Vaya mojón!" y ahora no hay forma de decirle al niño que le pida a mamá o a papá que quiere ir al baño con algo más suave, es con un simple y repetitivo "Mojón, mojón!" te pille donde te pille.


Crecemos un poco más. Preadolescencia. Pero qué mal y qué bien se lo pasa uno.
¿Por qué no podemos ser capaces, ya que lo hemos mamado de nuestros padres, de darnos cuenta de eso, de que somos unos putos mocos?
Es la edad en la que nos vemos mayores, que somos felices con todo, que vemos lo que tenemos entre las piernas como un juguete que mola que te cagas, comenzamos a ser montañas de granos y puntos negros pero nos vemos preciosos con el flequillo al lado tapándonos el frontón.


Ahora... pues sigo otro día. Que la adolescencia es muy mala y ahora se me antoja dejar esto. Aleh.



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