Anuncio

lunes, 23 de enero de 2012

Sonrisa de gato.




La luna nos vigilaba.
Yo no vigilaba a nadie. Pensaba que estaba a solas con la noche.
Paseaba pensando que no había nada en particular en lo que pensar. Y me paré en seco.
Sus manos rozaban mi cabello, se enredaron en una dulce caricia. Al volverme mi mirada encontró sus ojos de felino, los que noté un momento antes clavados en mi nuca.
Calor.
Su sonrisa parecía sacada del mismo averno, pero me invitaba, me obligaba a caer a sus pies.
Sólo una capa que me envolvía pude ver antes de desvanecerme del placentero terror que me rodeó como esa maldita tela. Silencio...

Traqueteo.
Escuchaba los cascos de unos caballos.
Me llevaban a algún lugar. Las manos (junto al resto del cuerpo) me temblaban en una mezcla de temor y frío, las manos me sudaban al recordar esos ojos brillantes, trataba de recordar algo más de ese rostro diabólicamente perfecto. Después de una parada y un destello, volví a caer en un profundo sueño.

Telas oscuras. Mi cabeza reposaba sobre una pluma gigante. Mi ropa ya no estaba húmeda. Un ambiente extraño de velas que parecía sacado de una película de terror. Ahora parecía el momento en el que el malo aparece con la mano en alto sin que diera tiempo a ver la afilada hoja que en un instante se cargaría mis entrañas. Pero no. Qué...

¡Pero qué ropa! ¿Qué llevaba puesto? ¡Qué habitación más siniestra!
¿De dónde habían salido?
Miré hacia abajo, un vestido corto de seda negra parejo con las sábanas que hasta mi figura, seguramente, se veía como un hermoso mosaico de curvas oscuras pero brillantes a la luz de las velas.



Pasos.
Me tapé corriendo, el siseo de la capa comenzó a sonar en el fondo de lo que parecía un pasillo, la puerta estaba detrás de mi cabeza.
Se acercaba cada vez más, estaba excitada, llena de pánico y también de curiosidad por saber quién era mi ángel negro.

Una fina mano se posó en mi hombro. Un gélido aliento erizó la piel de mi cuello. Mi delicado moño cayó y se volvió a enredar en sus dedos.
Se sentó a mi lado. No conseguía ver su cara, tampoco podía moverme porque el miedo me mantenía petrificada.
Durante un momento que se me hizo eterno su cabello comenzó a girar. Su pelo, largo y negro como mi miedo, una suavidad que se adivinaba sin rozarlo, fue dando paso a un demacrado pero mágico rostro que me hizo perder el sentido en esa lejana noche.
Sus ojos parecían vacíos, a la vez que infinitamente iluminados. Parecía que la luz de las velas había bajado su intensidad, que esos ojos la habían absorbido.

Se fue acercando.
Tenía una mano sobre mi pierna y la otra oculta bajo su capa.
Me parecía adivinar un ligero cambio en su infernal sonrisa. Una voz ronca rompió el silencio:
- Siento mis formas, pero no he encontrado mejor forma de llevar a mi lecho a una mujer tan                              hermosa
<<Tiene buen gusto, pero parece sacado de esa dichosa serie de locos. Mantén la calma. Tienes que salir de aquí.>>
- ¿Por qué yo? No entiendo cómo entre tantas mujeres hermosas he sido elegida para tal hombre y maravilloso lecho- mi mano fue deslizándose de su rodilla hacia arriba-. Supongo que no han comenzao los mil placeres que sucederán a este momento.
<<Tendré que jugar. Síguele el juego sacádo del Gótico.>>
Debajo de sus cicatrices vi un atisbo de odio, la razón... ignoraba el por qué. No había tiempo. Estaba frente a un loco maníaco, un enfermo de no sé qué cosa, pero con una mirada que me tenía embobada, reducida a pesar del miedo que fluía por cada milímetro de mi cuerpo.

Parecía un acto de magia negra, un embrujo invisibble, opté por quitarle la capa con un sutil movimiento sobre su pechera, un gesto íntimo que hizo desaparecer su sonrisa para convertirse en un gesto de sorpresa.
- ¿De verdad aceptas mi propuesta?
- No has hecho ninguna. ¿Cómo sabes que no sé cómo acabar contigo? 
- No te tengo miedo. Tú deberías tenerme miedo, horror- su gesto de desprecio casi hace que me desplome de eso mismo-. ¿Cómo es posible que seas tan ignorante? No sabes a quién tienes frente a tus narices..

Claro que lo sabía. Tenía frente a mí a un emisario de la muerte. 
Mis brazos ya no pesaban tanto, no me quedé quieta. Tenía que distraerle.
Me arropé con el poco valor que me quedaba. Nunca había tenido tanta confianza en mí misma, pero en ese momento me ardía la frase que tenía grabada bajo la seda negra: nunca creas que eres menos que jodidamente perfecta.

Y le besé.
El deseo me estaba matando desde hacía bastante tiempo.
Pero no hacia él, si no el deseo de sobrevivir.
Mientras estaba metida en la caja me inyectó una sustancia violácea, pero entaba tan débil qe no fui capaz de recordarlo hasta ese momento. Escuché que refunfuñaba, diciendo que ninguna mujer le había besado, "No sabían que en mis labios hubiesen encontrado su vida". Dios mío. Cuántas antes que yo.
Seguramente la inyección sería un maldito veneno, y el sabor amargo de su saliva sería su antídoto.
Supongo que aquello le tomó totalmente por sorpresa, pero no me extraña que nadie, ni una sola mujer, hubiese sido capaz de hacerlo, el pánico que transmitía ese ser era mucho más que pánico...

Bien. Lo difícil era el comienzo. Lo peor era salir de allí.
Siguió con la camisa. Una esbelta espalda que tensaba cada una de sus fibras. El sabor amargo estaba terminando. Parecía que iba apareciendo el dulce sabor de la libertad y de la vida. Y de cierto deseo hacia ese demonio.
Le tomé las manos. No tenía nada, pero no fue suficiente para calmarme.
Le tumbé y jugué por su pecho, dejé que sus manos pasearan por mi cuerpo, el fin se acercaba, un éxtasis distinto al que antes había conocido.

Quería seguir viva.

Pensé rápido antes de volverme loca. La puerta estaba detrás. Masticar hasta saborear su caliente flujo de vida ese músculo tan molesto del cuello, siendo un hombre tenso sería mucho más fácil. Un par de segundos entre mis dientes serían suficientes para tener tiempo de salir corriendo.

Un grito.
Una lágrima.



Lo conseguí.
Y me llevé su capa y el bonito vestido de seda.
Gané mi vida en sus labios.
Grabé el sabor dulce del deseo y de su sangre a cambio de sobrevivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario