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miércoles, 9 de mayo de 2012

No hay nada como ser claros.

Hoy ha sido un día de reflexiones, tanto compartidas como personales con mi amiga la conciencia.
Y he sacado muchas conclusiones, igual que he sacado algunas de esas eternas interrogantes que me cuestionan de vez en cuando.


Mirad.
Tengo demostrado que todos somos personas. Aunque hagamos cosas extraordinarias, pero todos somos personas.
Diréis. Imbécil, ¿no? ¡Claro que todos somos personas! Pero os aseguro que se nos olvida, porque, aunque hagamos cosas extraordinarias, ya sean buenas o malas, somos eso, personas que fallan. Máquinas de hacer el bien con alguno que otro cortocircuito, cruces de cables que pueden armar un desastre, o un ligero cambio en cada uno de nosotros, que es lo que nos lleva a ser mejores o peores a la hora de emprender nuestra misión aquí.
Pienso yo. Decir lo que pienso realmente es un placer... pero el saber cómo y cuándo decirlo se convierte en todo un arte, en ser unas máquinas perfectas en ese campo. Y sigue siendo placentero el hecho de no quedarte a medias, aunque siempre he considerado que las palabras afectan más que los hechos. Se puede cambiar ese aunque.


Y bien, somos personas. Muchas personas que nos vamos cruzando unas con otras. Hay puentes entre ellas, al igual que muros, unas se paran para dejar de mirar el suelo y ver al que tienen en frente y otras no, cosas que pasan, ¿no?
Pero vamos a ver. Es curioso cómo entre tanta gente, entre tanto bullicio, quejas, reproches, pullas, consejos, cotilleos, balbuceos... ¡Al carajo todo! Toca escuchar a lo que dices tú. Entre tanta gente, tanta máquina de fabricar errores por sistema, ¿por qué coincidimos con quien coincidimos? En este gran catálogo de muñecos disfrazados de mentiras, tenemos que elegir a ellos.


Y así es como te mueves.
Y entras en el juego, un juego que no tiene reglas, esa es la única válida. Se puede hacer cualquier cosa, pero sin que se de cuenta el otro de lo que verdaderamente buscas. 
O no. Hay otros que juegan a ser claros y patentes, o directamente, no juegan, se pasean observando cómo cada uno de sus compañeros va dando paso a paso, y el por qué.
Entre tanta gente, después de haber tragado malas jugadas y mentiras por parte de los de tu alrededor, después de verlo todo como si fuese mecánico, porque lo era, somos máquinas de fabricar fallos, aparece alguien con el que alguna vez te cruzaste, "Hola", "Adiós", una serie de pasos que ni ellos mismos fueron capaces de describir, allí se encontraron, mirando al suelo, se chocaron y ahí se quedaron.
Es curioso cómo todo lo de alrededor cambió con un simple y polémico choque.


No hay nada como ser claros.



1 comentario:

  1. Efectivamente no hay nada como ser claros, dormiríamos de un tirón, pero cuando te mueves en el mundo real la claridad es una cualidad que solo muestra el sol y cuando las nubes le dejan. Pero en lo que si estoy totalmente de acuerdo es que antes de decir una mentira, es mejor guardar silencio.
    Como siempre muy interesante tu reflexión, saludos de AMérida

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