Anuncio

viernes, 10 de febrero de 2012

Ponte las botas nuevas que las vas a estropear.



Comencemos. Caminemos.
Ponte las botas nuevas que el nuevo camino empieza.
Respira el último aliento, que no lo olerás más.
Vamos hacia una tierra nueva, ya la conocerás.




Una ciudad enorme, llena de colores y de gentes que parecen caminantes pero arreglados. Sumergidos en sus móviles, su vida, y sin ser conscientes si quiera de lo que tienen justo en frente.
El camino al trabajo lo tienen automatizado: las llaves, la puerta, ascensor, botón, primer giro a la derecha y todo recto hasta el suplicio de un nuevo día.

La suerte que ella tenía era que no tenía nada planeado. Se prestó a la suerte de ese mismo amanecer, rezando o algo parecido para que algo bueno sucediese en esa gran ciudad.

Caminaba y caminaba. Como siempre, colores mezclados por todas partes, gente extravagante que creía que nadie le miraba.

Por fin se decidió a ir en busca de su nueva residencia, el lugar donde todo empezaría a partir de una base de 18 años de cultivo. Y allí estaba.

Su maleta era ligera. Dinero, libros, el ordenador portátil, algo de ropa y su cámara. Ella pensó que no necesitaba nada más. Con un poco de suerte vendería fotografías curiosas y haría retratos por unas pocas monedas o el billete más pequeño.

Dicen que sólo hay hombres bohemios. Eso escuchó una vez. Nunca se prestaría ni se daría al amor en esa vieja y anciana ciudad. Ataduras que nunca ves por mucho que te digan, ahí el sentido común no vale, ni la razón, ni los ojos. Nada. Eso es cosa de gente normal. Ella, sencillamente, era de mente sencilla. El amor era muy complicado para su entender.


Nuevas personas que conocer. Una noche. La primera noche. Tendría la batería preparada.
Su vestido más sencillo, las pestañas alargadas y oscuras. Unos ojos atentos a las sombras y al cambio de la antigua ciudad. Descartaría a los nuevos residentes. Ella era sencilla, lo de beber era complicado para su entender. En esa ciudad que se vestía de negro y de luces, esa gran ciudad con tanta historia y leyendas que contar... un desperdicio de tiempo y de neuronas, para su entender. Porque ella era sencilla. De mente sencilla y de bolsillo... vacío.



Miró sus botas y se sumergió en las sombras de esa vieja ciudad.











En una hora sus botas ya eran viejas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario