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sábado, 8 de septiembre de 2012

Un cambio finito.

Nuestro paso por el tiempo se resumen en un cambio continuo y finito, curiosa paradoja.
Todo lo que define a ese tiempo deja su marca especial, queramos o no, el tiempo puede ser inmutable, pero al tocarnos con los largos y afilados dedos de la vida hace que seamos instrumentos moldeables a su antojo. A esto he hecho referencia muchas veces, me alegraría que os sonase.
Todo hace mella, todo nos puede embellecer o casi destruir, repartir nuestros trocitos por la tierra o echar raíces moldeando maravillas o el terror.



Somos un proyecto. Nunca podemos estar seguros de ser nosotros los directores, igual sí, o igual hay algo o alguien que se disfraza de sombra mientras de empuja, hacia delante, hacia el vacío, quién sabe.
Comenzamos proyectos, nunca podemos estar seguros de si se va a terminar. No es símil de que será para siempre, nótese la paradoja. Que ese proyecto acabe no es símil de que se vaya a olvidar. La alegría de ese comienzo o es fin no será en muchas ocasiones capaz de emparedar la mella que cause. El dolor no será en muchas ocasiones capaz de dejarnos ir y dejar de abrazarnos fuerte contra su pecho, evitando que veamos.

Simplemente, perdonadme si no me he explicado con claridad.

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