La inquietud de no poder bajar la guardia le consumía las fuerzas. Lo que empezó siendo un granito de arena se ha convertido en una guerra entre ella y el mundo. Todo lo que hay a sus pies es angosto y ahogadizo, sin vida, la tomó de todo aquello hace ya mucho tiempo, se le cedió vida a cambio de nada, pero cuando se malgasta la generosidad, los beneficios llegan a la suela de sus zapatos en muy poco tiempo, e el tiempo que dura un suspiro, el tiempo que tardó en salir toda esa vida.
Con las manos en jarras y en un fuerte acto de buena voluntad, se puedo en paz con todo aquello que había sido bueno con ella. Pero ella no comprendía que estaban débiles, tanto como para no poder sentir el calor de su hálito de vida, aunque eso sea considerado un lujo.
Poco a poco, pero muy poco a poco, después de emprender un largo camino para recuperar todo lo que se perdió a cambio de su verdad y la de nadie más, comenzó a surgir color, un poco de vida, un poco de luz.
Le dolían los ojos, tuvo que protegerse bajo su raída camisa, no recordaba estar durante tanto tiempo en la oscuridad. Pero ahí estaba, después de tanto caminar, lo había conseguido. O no...
Ella acababa de sentir esa necesidad por sentir la vida a su alrededor, el calor, el color, la luz, pero... no había aprendido todavía a escuchar.
De nuevo, se concentró, con sus brazos en jarras empezó a escuchar lo que susurraba el viento. Un nudo en el estómago, ¿y si lo que le estaba diciendo era que no querían tenerla allí más? ¿Y si la luz se apagase cuando estuviera a un palmo de alcanzarla?
Todo, con el tiempo, se cura,
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