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miércoles, 4 de julio de 2012

Arte, o no.

- Maestro, no puedo seguir así.
- ¿Qué te ocurre?- dijo el anciano mirando de reojo a su pupilo.
- Llevo años a su lado, aprendiendo todo tipo de artes, tantos que en casi todas ellas ya podría igualarle a usted, si me permite el atrevimiento.
- ¿Hacia dónde quieres llegar, qué te inquieta entonces? Quisiste ponerte bajo mi tutela pidiendo eso mismo.
- Señor... no en todas las artes soy perfecto. De hecho, en una de ellas, quizá la más importante, no hemos empezado ni una sola lección.
La única razón por la que el muchacho podría estar inquieto debía ser una. No esperaba eso. Pero esperó.
- Y bien, querido amigo, dime en qué no te he instruido.
- El arte de la vida, el esencial, el que nos empuja, el Amor, maestro.
La rabia se encendió y explotó dentro del anciano sabio. Miró fijamente al joven y le señaló amenazante con el dedo:
- ¿Es que no has aprendido nada? ¡Arte! Las artes son nobles, ellas se dictan por sí mismas, se forman, se crean y se destruyen. Nos Sirven de herramienta para ser sabios, pero tú, joven necio y alocado, crees que perseguir buenas posaderas con esbeltos y largos cabellos, eso, es amar. Pero lo que no llego a comprender es cómo puedes, si quiera, sugerir, que Amar es un Arte.
- Pero señor... Ya pasé el tiempo en el que alegremente correteaba detrás de esas bellezas frescas y jugábamos a lo prohibido, pero ya mi mente me pide más.
- Estúpido- un largo silencio partió en pedacitos el ambiente-. Todo lo que no puedas controlar ni comprender, no es un Arte, si no un suplicio que debe cargar el hombre, porque así somos, imperfectos y encadenamos por nuestros propios sentimientos que se vuelven contra nosotros. 


Maldito idiota.

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