- Dios
mío, eres como un bloque de hielo.
- Eso me decía mi querido y joven esposo…
- ¿Por qué cojones quiso tenerte en su vida? Llevo
horas contigo y es como hablarle a un enorme glaciar, es como… -un escalofrío
recorrió su cuerpo-. Todo lo que puedo sacar de ti es …frío.
- Quizá seas el único que camine todavía que haya
conseguido sacar algo que no forme parte de mi máscara. Te diré un secreto.
El pánico inundó la mente del
chico. Esos ojos que tanto le recordaban parecía que estaban cambiando de
color. Ese verde que llamaría la atención de cualquiera se estaba enfriando en
pocos segundos, la expresión de furia dio paso a unos gélidos ojos azules.
- Voy a ser sincera por una vez, te daré una
primicia, chico: ¿sabes por qué hago todo esto? Quizá sea la curiosidad de
saber si soy capaz de desafiar a eso en lo que creéis, a lo que llamáis Dios, a eso que se
supone que os protege…
Se
desperezó un poco. Se giró y…
<<Mierda, va a sonar el plástico este
inútil.>>
La
noche anterior llegó tarde a casa, procuró no hacer demasiado ruido al meterse
en la cama, y por una vez él no se despertó con esa mirada de cansancio y
preocupación a la vez.
Terminó
de colocarse sin que él se diese cuenta y se quedó mirando al techo, como
llevaba haciendo desde que llegó a las tres de la madrugada.
Ladeó
un poco la cara y vio la silueta de ese ser con el que compartía su vid… ¿vida?
Como queráis llamarle. Observó cada una de sus líneas, y con ellas fue
escribiendo en su mente el gran plan. ¿Cómo saldría todo?
Mientras
tanto, una marca en su costado en un idioma ilegible se iba cicatrizando: “La
mejor vida es aquella que no se vive.”
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