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viernes, 10 de agosto de 2012

Instinto maternal desbocado.

Tuve un sueño, y me hizo sentir grande.
Mi cabeza pone los cimientos de mis decisiones, me lleva a un tiempo inexistente en el que todo es posible, la noche, la vida secreta de nuestros sentimientos, donde aflora lo que apresamos con la razón.

Una camilla, me sentía cansada, miraba al techo y sentía una cálida y pequeña criatura sobre mi pecho desnudo. Una carita pequeña que reflejaba el mismo cansancio que tenía yo mientras tomaba leche con casi todo mi calor. Me escocía mi marca, esa que me hice hace muchos años, sus finas uñas se agarraban fuerte mientras sus párpados le cedían su fuerza a esos diminutos y arrugados dedos. Y me di cuenta de verdad de que ella estaba conmigo, aunque después de tantos meses de espera haya estado tan pegada a mí, ahora era cuando de verdad era mía.

Era perfecta. Mi cabeza analizaba toda mi juventud. Unas lágrimas cayeron sobre su fino y oscuro pelo mientras le susurraba a mi pequeña: "Nunca sientas que eres menos que jodidamente perfecta para mí."

Me desperté llorando. Me desperté feliz.

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