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lunes, 13 de agosto de 2012

Confundimos.

Una realidad y un hecho es que todo tiene un origen. 
Todos los caminos tienen un principio, igual no tienen un final claro o demasiados cambios de sentido, bifurcaciones, hoyos o abismos, pero siguen teniendo un principio y un final.
Elegimos, tenemos esa obligación y esa libertad, y cada uno de esos caminos tiene un nombre.

¿Qué quiero decir con todo esto?
Nada en concreto. Simplemente... que viene como fallo genético de cada uno el de no reconocer nuestros errores, o sólo encontrar errores en los demás. O, en su defecto, encontrar errores y poner el nombre equivocado. Nos complicamos en estos detalles más que los que crean trabalenguas. Trabamos nuestra cabeza y nuestras ideas pensando en lo equivocado, y lo peor, echando balones fuera.

En fin, el hombre tiene muchos fallos. El valiente es aquel que emprende ese camino y reconoce con temor esos errores que se encuentra, tanto bajo sus pies como en los del otro. 
Guárdense esas piedras que hacen tropezar, sientan ese peso, con el tiempo no se notará, pero no las echen en el camino de otro, eso es de cobardes.

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