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lunes, 18 de agosto de 2014

No hay imágenes.

Esta vez no hay ni imágenes para contar mi historia.
Esta vez sólo te quiero contar cuántas ironías pueden empedrar mi camino, y cuántas de ellas me han hecho caer.
Te quiero contar que no todo era como yo esperaba, que en muy poco tiempo esas piedras que se clavaron en mis rodillas me hicieron correr y crecer, hasta cogerle de la mano y poder curarme las heridas, y reposar en sus mejillas.
Te quiero explicar por qué olvidé pedirte ayuda, y pedirte disculpas por lo que lloré sin contar contigo, lo que grité sin que quisiera que me escucharas, lo que pedía al viento para no molestarte... me equivoqué, y por eso me quedé con mi mal trago.
Te quiero decir que ahora estoy bien, que todo va rodado, que las cicatrices se terminan curando y que el sol ya me visita. Me visita con sus manos, con su risa y con su ser. Con su tranquilidad y su paciencia, con sus ojos siempre atentos. Sueño con el día en el que esté segura de volver a casa y darte las gracias por que esté él allí. Por haberme acompañado en tu silencio, y por haberme apoyado cuando otros no lo hicieron, cuando ni yo me daba cuenta.

Te quiero dar las gracias por devolverme mis gafas, esas del optimismo, de las de caminar por Babia. Te doy las gracias por tachar fallos y enmendarlos cuando yo no entendía. Gracias por hacerme comprender que tenía las equivocadas, eran tupidas y no me dejaban entender por qué esos golpes, por qué esos choques contra los que yo seguía, por qué las caídas sin encontrar quien me tendiera la mano... hasta que llegó quien me sigue llevando hoy día.

Quien quiera entender, que entienda.

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