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domingo, 2 de junio de 2013

Mentiras como palabras.

- ¿Y tú qué tal? Hace demasiado que no nos vemos.
Una carcajada disimulada con la típica risa nerviosa se le escapó. Metió un mechón en el café bombón que le había preparado Miguel, justo como a ella le gustaba. Jodidos nervios.
- Sí.. ya hace más de un año. Y aquí seguimos, dando vueltas y mascando el chicle.
-Sara, no sé de dónde te sacas esas.. metáforas.
Un silencio incómodo, de los que ni hablando se calmaban. A la tensión le habían salido alas y volaba con libertad por el apartamento.
- Sí que has cambiado... estar con él no te ha sentado mal.
<<Joder, ¿esto cómo me lo tomo?>>
- Sí, bu-bu-bueno, la verdad.. bueno, ya sabes lo que dicen, el entorno te influye, ¿no? Gente nueva y tal...-<<Cállate ya, Sara>> se dijo a sí misma. Un par de sorbos. Los dientes le rechinaban de la desesperación de estar manteniendo el tipo y de el quilo de azúcar que había en la taza. Tenía que salir de allí, si no, sabía lo que iba a pasar.
- ¿Qué tal con él?
- Miguel, no estoy con él aún. Deja de preguntar, por favor, no es algo con lo que me sienta cómoda habland...-le miró a los ojos y vio cómo se mordía el labio y juntaba las manos.- Oh, Miguel, entiéndeme.
Estaba demasiado nerviosa. Había sido absurdo invitarle. Demasiadas cosas habían pasado en ese apartamento, demasiadas promesas, mentiras como palabras salieron de su boca. Demasiada esperanza derrochada.
Odiaba cuando apoyaba los codos encima de las piernas separadas. Se quedaba mirando fijamente a Sara, no sabía qué quería o qué esperaba que sacaran en claro. Ya había pasado tiempo suficiente como para no sentir nada hacia él, pero notar cómo sus ojos se clavaban en cada uno de los rincones de su cuerpo le hacía temblar.
Se terminó el café rápidamente y lo puso con fuerza en la mesa.
- Vamos a dejar de jugar, en serio.. ¿A qué has venido?
- Fuiste tú quien me invitó a venir.
Ese tono.. tranquilo y dejando ver su egocentrismo y su malicia al hablar. Tenía que medir cada palabra al milímetro, cada mirada y su intensidad. Estaba alerta a todos sus gestos, como siempre.
- Pensé que igual necesitabas hablar, las paredes tienen oídos y luego ellas me chillan a mí todo lo que pides.
- No necesito tu caridad. - esa voz, se heló. ¿Quién era? Ciertamente se equivocó de todas todas con él.
- Miguel, me da miedo todo esto. ¿Qué has hecho? ¿Por qué niegas lo que todo el mundo te ha oído decir? Es absurdo.
- La gente dice muchas cosas, pero.. siempre has creído antes al resto que a mí.
<<No... no hablemos de esto. El ca...>>
- Anda, tómate el café que se enfría. De verdad, no quiero entrar en ese tema.
Y entonces, como si algo le poseyera, Miguel la miró fijamente mientras se levantaba con una lentitud más que parsimoniosa. Con un tranquilo gesto de la mano, tiró a un lado el café. Sara flaqueó. Se quedó en blanco. Todo se volvió negro. <<El caf...>>




El primer rayo entró en la habitación. 

¿Qué había pasado?




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