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sábado, 11 de mayo de 2013

Hasta que la soga tire de mí.

Cerrar la puerta.
La piernas me flaquean un poco, y me siento estúpida.
Joder, qué fácil sería acostumbrarse a él.

La realidad tira de la soga de mi cuello para bajarme al suelo. No es el rocío que dejan las nubes en las que estaba hace un rato, son lágrimas que se escapan por la impotencia, que resbalan ácidas y me queman por dentro. 

Un escalofrío me recorre de pies a cabeza, me estremezco y el sudor frío me empapa, pero me alivia el ardor que me produce la realidad en el estómago. 
Respiro y me recuerdo a mí misma que el mañana me lo traerá de nuevo al hueco de mi cuello. 
Y su olor me llevará de nuevo a las nubes de las que acabo de bajar, hasta que la soga tire de mí de nuevo.

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