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domingo, 23 de diciembre de 2012

Lo que me parezca.

- No creo que estés en tus cabales... Fue algo tan premeditado y tan astuto que no puedes ser alguien normal.

La sala era oscura, húmeda, y en el aire se masticaba la tensión.

- ¿Quién dice que yo sólo me dejé llevar por lo que sentía? Es la típica excusa de crimen pasional, ¿no? O de una loca celosa que se movía por el odio y decidió acabar con todo.
- No te servirá de nada. La maldad es una enfermedad que nadie sabe curar, pero lo tuyo es enfermizo, Sora, la carcajada después de ver a Víctor volar en pedazos hizo que todo el mundo se volviera hacia a ti. Lo jodido es que tienes es maldita apariencia de no haber roto un plato en tu vida, "¡vaya! una demente que se ríe al ver algo explotar." Y así es como te excusaste ante el mundo.
- Querido amigo, lo hice tan bien que hasta el psicólogo que tendrás que visitar después de esto dudará de si soy o no una demente... siempre que me parezca conveniente salir de aquí, recuerda quién soy.

Silencio. Los ojos claros y cansados de ambos se miraban intensamente mientras el silencio era el señor de todo. Los nudillos del chico eran cada vez más blancos por la furia.
- Él te amaba. ¿Qué harías conmigo entonces,  que te mataría con mis propias manos?

Esa sonrisa, dulce y con luz propia, apareció con delicadeza en la cara de Sora.
- Lo mismo que hice con él: lo que me parezca.

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