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lunes, 19 de mayo de 2014
El sabor de una sonrisa.
Se sentó y gritó.
Hubo un tiempo en el que conocía el sabor de una sonrisa. En el que, a pesar de su timidez, le cedió la llave de su nombre y su vida, como préstamo de confianza.
Esa llave que supo llamar con caricias todo lo bueno, que supo encarcelar lo que era malo, y supo guardar la otra llave.
Un trueque justo, y como pago diario por retener esas llaves, tranquilidad con su toque de aventura.
La aventura de compartir, y de no ver final.
Se sentó y miró hacia atrás.
Mereció la pena.
Fotografía y edición: Sonia Neisha
sábado, 10 de mayo de 2014
Extraño y familiar.
Su
estado era ya casi desagradable, no le dejaba dormir, pero sí le dejaba pensar.
Era
como una especie de tortura que se adelantaba a sus aspiraciones, a sus
temores, y alimentaban su ansia por sentirse viva.
No
podía explicar qué era lo que sentía, porque no era real, porque ella no tenía
consciencia de estar pisando tierra, pero a la vez estaba segura de que cada
uno de sus actos tenían consecuencia… La mayor razón por la que tenía que
actuar con cautela. Con cada uno de sus pasos y respiros contados y medidos.
Una
noche más contó cada uno de los pliegues del horrendo gotelé que tapaba la pared, el que ocultaba los verdaderos muros de
la casa que llamaban “hogar”. Al minuto, cayó en un profundo sueño…
Se
veía a sí misma. En un tiempo y un lugar diferente. Y con una extraña pero
familiar sensación de estar llegando a casa.
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