Pedimos ayuda cuando sabemos que va a ocurrir otra vez, aunque no queramos.
Sabemos que no podemos culpar a nadie por ver cómo se derrumba lo que nos rodea.
Nos sentimos pequeños.
Nada peor que perdernos a nosotros mismos.
Saber que quienes nos hacemos daño somos nosotros mismos.
Nada mejor que saber quién nos levantará.
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