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martes, 8 de noviembre de 2011

Cuando se llega a un límite.. ya es un imán.





En muchos momentos creo que no somos capaces de asimilar todo lo que ocurre.
Somos máquinas de buscar respuestas, siendo algo que a veces nos perjudica.


Me resulta muy curiosa la mente humana. 
Valga la redundancia: es curiosa.
Lo normal sería que cuando se dan una serio de indicaciones pues, si parecen lo mínimamente lógicas entro del caos de la situación, pues termines siguiendo esas indicaciones.
Pero, ¡pobre de ti!, no haces caso.
Sigues buscando explicaciones del por qué de todo. Por qué no sirve lo que hago, por qué nada va bien, qué estoy haciendo mal, me merece la pena seguir...
Y sigues blasfemando, insultando a tu propio ser, echándote todo lo malo que se pueda y más. Eso es un buen estado de ánimo. Y llegas al límite.


Tengo la teoria de que, una vez que llegas, es como si te ataran con una cadena larga y extensible: como siempre te dicen que una vez que caes es obligatorio levantarse, pues lo haces, ¿no? Y te tiras un par de días de lujo en los cuales tú ya te haces tus planes. Que si ya no caes más en mucho tiempo, que si tu familia está intentando mejorar, tus amigos te apoyan, tu... tú, tú y tú. Y por tonto te cae la del pulpo. Al tercer día, según las escrituras de todo diario, bajó al infierno, a ese puñetero límite al que estás atado.








Conclusión. Busca tus tijeras.

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